Si hablo de Pixar se me llena la boca de elogios, se me nublan los ojos y esbozo una sonrisa; son, los síntomas inevitables después de llevar toda mi vida disfrutando con la obras de estos genios. Brad Bird en persona nos presenta unos escuetos (no es broma se hacen cortísimos), nueve minutos de absoluto paroxismo artístico y técnico; la magnífica planificación, el trepidante ritmo, las geniales situaciones y la capacidad para crear la carcajada y la lágrima, nos llevan a plantearnos las siguientes cuestiones : ¿ Debería Pixar bajar el pistón para así dejar de ridiculizar a la mayoría de obras animadas que, amparadas en el chiste fácil, orbitan a su alrededor? o ¿ No deberían éstas de subir el pistón para estar a la altura de Pixar? teniendo en cuenta que esto último está lejos de suceder... disfruten:
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